Aún me acuerdo de la primera vez que me hablaron de ti. Decían que eras una joya, que aún te mantenías casta y pura y que tenías mucho por enseñarme. Ya te quería desde mucho antes de conocerte. Cada vez que alguien me hablaba de ti, me quedaba bien calladito para no perder detalle y, desde la distancia, irme acercando poco a poco a ti.
Cuando alguien pronunciaba tu nombre yo me convertía automáticamente en una esponja dispuesta a absorber cualquier dato sobre ti. Lo sé, quizá te estaré sonando como un obseso, pero es que de verdad…ya te quería mucho desde antes nuestra primera vez.
Sabía de tu lago y sus caminatas, de tus miles de pagodas y Budas, de tu historia y tradiciones… Pero necesitaba que me lo contaras tú misma en primera persona. Quería tu versión.
Jamás olvidaré nuestras primeras horas juntos. Sin aún haber salido del aeropuerto ya te dije que lo nuestro iba a funcionar. No sé, me caíste muy bien. Hubo la química que ambos esperábamos.
Empecé a conocerte por Yangon. De sobras es conocida mi animadversión a las grandes ciudades y tenía cierto pavor a empezar por ahí. ¿Y si nuestra primera vez no funcionaba?¿Y si te había idealizado demasiado y lo nuestro iba a ser algo pasajero? Pero no. Pese al caos, el tráfico y el ruido, sentí como desde el principio me dabas la bienvenida sin presionar. Todo lo que querías venderme estaba expuesto en su lugar sin necesidad de echármelo encima como antes habían hecho tus primas India e Indonesia.
El siguiente paso fue adentrarme en tus rincones. En Pyay me regalaste tu espontaneidad, tus sonrisas luminosas y tu naturalidad. Sentí cómo te sorprendía verme por ahí, simplemente paseando a tu lado sin buscar grandes templos ni los lugares más fotogénicos. Te quería a ti, a secas, y te encontré.
Esa es quizá la parte que más me gusta de ti. Cuando eres tu misma sin necesidad de maquillaje. Cuando me miras y sonríes como tú solo sabes, cuando me hablas y cuando simplemente , me dejas que yo sea yo y tú seas tú. Eres de lo más natural que me he encontrado por el mundo.
No me vayas a entender mal. Con ello no quiero decir que no me parezcas extremadamente hermosa cuando te pones tus mejores galas y te cubres con tus miles de pagodas doradas. Cuando te me presentaste así en Bagan debo confesar que me enamoré aún más de ti. Sí, se ve que en el amor hay escalas y se puede ascender.
Me empapé de tu historia y de repente recordé a Javi, a Lety, a Rober y a todos los que antes me habían hablado de ti y de tus maravillas. Todos y cada uno de ellos se habían quedado cortos. Lo tuyo es único.
Ahora me voy pero sé que nos volveremos a ver. Lo nuestro da para mucho más, seguro. No puedo asegurarte cuánto tardará en llegar el próximo encuentro, pero sé que llegará. Por favor, no cambies… O si lo haces, cambia solo para bien, para tu bien. Deshazte de esa mala gente que te rodea y te impone y te obliga a cosas que tú no quieres. Que a ninguno de los tuyos le falte un plato en la mesa ni un sitio donde dormir.
A mi vuelta mi amor por ti no habrá menguado lo más mínimo y me verás con los ojos iluminados buscando de nuevo tu sonrisa, tu magia, tu presente , tu pasado y tu futuro.
Gracias Myanmar, vuelvo en un rato, ¿vale?
«Sí, se ve que en el amor hay escalas y se puede ascender.»
*__* myanmar guapaaaaa (y guapo el post!)
un besin jairin
¡Vosotros si que sois guapos! Hicimos de sur a norte y nos encantó. Tengo pendiente volver para hacer este a oeste 😀
Yeahhhhh. 5 años ya… Joder… Quiero volver
¡Gracias por tu inspiración! MUCHAS 😀
que no decaiga la ilusion!
Nunca!! Siempre «in love» con el viaje 🙂
Tengo muchas ganas de visitar Myanmar y posts como este hacen que todavía tenga más ganas… snif, ya falta poco
¡Me alegro de que te guste! ¿Cuándo vas? ¿Cuántos días? 😀
Precioso este post Jairo, bella forma de retratar un lugar
🙂 Muchas gracias Olivia ¿te animas a ir?
Dentro de 3 dias salgo hacia Myanmar, espero enamorarme también!! aunque solo sea una amor de verano.